Cocinar bien en realidad no necesariamente requiere mucho tiempo ni esfuerzo. Hay quien piensa que la buena cocina es una cosa extremadamente complicada, que requiere ingredientes rarísimos, mucho tiempo y lo que es peor, una ciencia que para muchos es tan difícil como la de los antiguos alquimistas, en realidad no es así.
Probablemente esa idea nazca de la actividad de los grandes chefs que en algunas recetas exhiben ingredientes exóticos y aparatos de cocina que están lejos de las posibilidades de un cocinero aficionado.
En casa se puede preparar buena comida sin necesidad de convertir la cocina en una especie de laboratorio llena de extraños artilugios, ni de ir a buscar a países lejanos ingredientes carísimos.
Se trata de dar el paso: el que lleva de la rutina de hacer la comida al arte de cocinar, que es ir un poquito más allá. Y para eso no hacen falta productos exóticos, sino los que se pueden encontrar en el mercado donde vivimos.
Lo importante son los ingredientes: no hay buena cocina con mala materia prima. Además buen gusto, memoria de sabores para recordar cuales se complementan y cuales se anulan, y una cierta práctica culinaria, y por supuesto curiosidad.
Cocinar es un proceso que tiene varias fases. La primera sucede en nuestra mente cuando pensamos para quién queremos cocinar, para qué, qué objetivo queremos lograr, por ejemplo, conseguir una sonrisa de los que comen, que nos halaguen. Y por último, pensar en el menú. Para todo ello necesitamos una estrategia: elegir el momento, el lugar y las circunstancias que lo rodeen.
Segunda fase: Buscar los ingredientes necesarios para elaborar la comida: Elaboramos una lista y buscamos en donde obtengamos una buena relación calidad-precio. Mientras compramos marcamos en la lista lo que vamos comprando, lo importante es que no nos falte nada al momento de la preparación.
Tercera fase: se trata de ponerse en la cocina y repartir tareas. Lo importante es que sea una actividad entretenida y relajante. Si cocinamos en familia a medida que se lee la receta, se establece el “plan de acción”, distribuyendo las tareas y el orden en que se realizarán, así cada quien tiene su rol.
Cuarta fase: preparar la mesa y luego una vez sentados en la mesa, estamos atentos al impacto que produce
nuestra comida, los comentarios, las
alabanzas al cocinero y las cosas que gustaron y las que no, para saber que
podemos volver a realizar y que no.
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